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Andy Bichlbaum y Mike
Bonnano foto: alexei vassiliev
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La genial
impostura Anne Marie
Mergier
Se conocen como The Yes Men. Se
hacen pasar por directivos de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) y de empresas trasnacionales; se
presentan en congresos internacionales y ofrecen
conferencias de prensa. Se montan en el discurso del
neoliberalismo y lo llevan al extremo para desnudar su
lógica. Se burlan así -en sus narices- de los
tecnócratas que gobiernan al mundo.
PARÍS.- Su
objetivo es claro: denunciar los estragos del
liberalismo económico planetario y el creciente cinismo
de sus protagonistas y panegiristas.
Sus blancos
son diversos: el presidente estadunidense George W.
Bush, la Organización Mundial del Comercio, las grandes
multinacionales...
Sus "armas de destrucción
masiva" son temibles: humor negro, imposturas atrevidas,
farsas y burlas extravagantes, a veces deliberadamente
obscenas, pero siempre explosivas.
Su estrategia
se basa en un proceso de "rectificación de identidad":
usurpan una identidad ajena (expertos de la OMC, voceros
de grupos industriales, etcétera) y pronuncian discursos
provocadores en congresos internacionales y en
entrevistas con las grandes cadenas de
televisión.
Sus "golpes" son jocosos e
inquietantes: al tiempo que desatan carcajadas, revelan
una realidad preocupante sobre la "élite" económica que
domina el mundo.
Estos subversivos se llaman The
Yes Men. Son estadunidenses. Forman un "colectivo" de
seis personas. Dos de ellos dan la cara públicamente:
Andy Bichlbaum y Mike Bonnano. Bichlbaum se instaló en
París en 1999. Sus colegas viven en Estados
Unidos.
Su fama sulfurosa es incuestionable en la
esfera electrónica -su sitio en internet recibe miles de
visitas de entusiastas seguidores- y no deja de crecer
en el "mundo real". Después de haber llamado la atención
de los medios de comunicación de su país, decidieron
conquistar Europa.
Y lo están logrando. Desde
hace dos meses circula en Gran Bretaña y Francia un
libro de su autoría y un documental sobre sus andanzas.
Ambos llevan el mismo titulo: The Yes Men, y tienen
mucho éxito. En el primero, sus autores se divierten
como enanos contando sus viajes y sus
aventuras.
El documental, realizado por Chris
Smith, Dan Ollman y Sarah Price, muestra la preparación
de sus hazañas y su realización. El tono distante del
comentario agudiza la locura de ciertas situaciones y el
malestar que generan.
La solemne
entrevista
Libro y documental, sin embargo, no
cuentan la más reciente "rectificación de identidad" de
los Yes Men.
Este happening sedicioso -tema de
400 notas periodísticas en Estados Unidos- ocurrió el
pasado 3 de diciembre cuando Bichlbaum se presentó
-irreconocible: rostro grave, pelo corto, traje sastre
austero y voz pausada-- ante las cámaras de la BBC como
vocero de Dow Chemical.
En solemne entrevista con
la venerable cadena de televisión británica, anunció que
la multinacional estadunidense reconocía ser responsable
de la tragedia ocurrida en Bhopal (India) hace 20 años.
Advirtió además que la empresa disponía de 12 mil
millones de dólares para indemnizar a las víctimas y
rehabilitar el sitio industrial.
La noticia
explotó como una bomba y fue retomada de inmediato por
todos los medios de comunicación del mundo.
Una
breve evocación de los hechos permite medir el
descomunal descrédito que representó para Dow Chemical
la broma de los Yes Men: la noche del 2 de diciembre de
1984, se produjo un escape de gases tóxicos en una
fábrica de productos químicos en Bhopal. En pocos días,
esta fuga causó la muerte de 7 mil personas. Durante los
últimos 20 años la contaminación química en la región
mató a otras 15 mil, mientras que miles de pobladores
padecen enfermedades crónicas.
Hace dos décadas,
la noticia de la catástrofe se convirtió en trauma
planetario. Pero, a pesar de la inagotable movilización
de las víctimas y de un fuerte apoyo internacional, la
Union Carbide Corporation (UCC), dueña de la fábrica de
Bhopal en el momento de los hechos, y posteriormente Dow
Chemical, que compró esta empresa en 2001, se empeñaron
en negar cualquier responsabilidad en el accidente y
menos aún en la tragedia que provocó. Los sobrevivientes
llevan 20 años esperando indemnizaciones justas,
atención médica y la descontaminación del lugar, todavía
envenenado por desechos químicos que afectan el agua y
el medio ambiente.
"Fue increíble -comenta
Bichlbaum a la reportera-. En pocos minutos, todo el
mundo estaba al tanto de la noticia. Los directivos de
Dow Chemical se demoraron dos horas en reaccionar. Su
desmentido fue patético, los cubrió de ridículo y
evidenció una vez más el cinismo de esa multinacional a
la que la muerte de 22 mil personas y la enfermedad de
otras tantas dejan totalmente indiferente."
Sin
la intervención de The Yes Men, el vigésimo aniversario
de la tragedia de Bhopal hubiera pasado totalmente
inadvertido, sobre todo en Estados Unidos.
"El
escándalo tomó tales proporciones que los periodistas
estadunidenses tuvieron que explicar nuevamente a sus
lectores lo que había pasado en 1984. Esa era
precisamente nuestra meta", insiste Bichlbaum.
La
BBC reconoció el talento para la simulación de los Yes
Men y los invitó a participar en un debate sobre el
tema.
Aterrados ante la perspectiva de un
escándalo aún mayor, los directivos de Dow Chemical se
abstuvieron de demandar a los
subversivos.
"Nuestros detractores nos criticaron
mucho por haber despertado esperanzas entre la víctimas
durante dos horas -recuerda Bichlbaum-. Debo ser franco.
Cuando vimos la amplitud de la cobertura periodística de
nuestra acción, nos sentimos mal. Pero muy pronto nos
contactaron ONG de Bhopal para felicitarnos. Llevan 20
años de desilusiones. La que provocamos duró muy poco y
sacó a su lucha del olvido."
Aparentemente, la
comunicación entre los Yes Men y los militantes de
Bhopal fue fluida. Pocos días después de su plática con
la corresponsal, Bichlbaum y su inseparable cómplice
Mike Bonnano viajaron a la India para dar un nuevo
golpe.
¿De qué tipo? Misterio. Sólo se sabe que
volvió a cundir el nerviosismo en Dow
Chemical.
La confusión
Ese mismo
nerviosismo recorrió durante tres años a las altas
esferas de la Organización Mundial del Comercio (OMC),
convertida en el blanco predilecto de The Yes Men. Todo
empezó en vísperas de la famosa cumbre ministerial de la
OMC que se llevó a cabo en Seattle, a finales de
1999.
Dos semanas antes de la reunión, un
militante obsequió a Bichlbaum un nombre de dominio que
tenía registrado dos años atrás: www.gatt.org, una
auténtica mina de oro.
Durante medio siglo, el
Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, por
sus siglas en inglés) fue el principal instrumento del
comercio mundial. Su reino empezó después de la Segunda
Guerra Mundial y acabó en 1995, con la creación de la
OMC. Para muchos, GATT y OMC aún son sinónimos. Los Yes
Men sacaron amplio provecho de esta confusión.
Trabajaron día y noche. Y en vísperas de la cumbre,
tenían lista una perfecta imitación del sitio web de la
OMC. A lo largo de toda la reunión ministerial,
www.gatt.org difundió textos delirantes y plagios
inverosímiles sobre el comercio mundial.
La OMC
se lanzó contra los Yes Men: los acusó de "crear
confusión" y de dañar su "imagen de transparencia". Esta
reacción publicitó aún más al insolente sitio en
internet, que impuso récord de acceso en el buscador
Google, fascinó a la prensa internacional y alegró a una
multitud de altermundistas.
"¡Qué reacción tan
absurda la de la OMC!", comenta Bichlbaum. "Cualquier
ser humano dotado de sólo un hemisferio cerebral podía
darse cuenta de que se trataba de una broma realmente
muy burda. No podía haber confusión alguna".
Pero
la hubo. Y no solamente en la OMC. También en muchas
otras partes. Muy pronto los Yes Men empezaron a recibir
correos electrónicos muy serios de diversos bufetes de
abogados, ministerios y universidades pidiendo asesoría
y consejos, convencidos de que se dirigían a la
organización.
"Este éxito nos perturbó.
Entendimos que a la gente que nos contactaba le faltaba
efectivamente un hemisferio cerebral o que no leía los
textos que aparecían en www. gatt.org. En todo caso, su
ceguera dice mucho sobre quienes se mueven en el ámbito
del gran capital", constata Bichlbaum.
The Yes
Men contestaron todos los correos electrónicos con su
habitual sarcasmo. Pero su cruzada anti OMC dio un giro
radical el día en que les llegó un correo dirigido a
Mike Moore, director general del organismo. Estaba
firmado por el distinguido Center for Legal
International Studies (CILS) de Salzburgo (Austria) y
solicitaba la participación del presidente de la OMC en
una conferencia internacional sobre los servicios que
organizaba este organismo en esa ciudad.
Los
tramposos de www.gatt.org contestaron que Mike Moore
estaba sobrecargado de trabajo y que Andy Bichlbaum,
alias Andreas Bichlbauer, representaría a la OMC en la
conferencia.
Fue así como Andy Bichlbaum y Mike
Bonnano llegaron a Salzburgo el 27 de octubre de 2000,
torturados por sus incómodos trajes sastres y sus
ejecutivos zapatos negros comprados en tiendas de
segunda mano, muy bien afeitados y con el pelo cortado a
rape.
Se morían de miedo. Temían ser detenidos
por los musculosos guardias privados o los despiadados
policías. El documental muestra sus rostros realmente
angustiados.
Finalmente, Bichlbauer tomó la
palabra ante un destacado público de expertos
internacionales y deliró durante 20 minutos. En su libro
los Yes Men reproducen el texto íntegro de esta
alucinante ponencia.
Al igual que los otros
discursos pronunciados después por los Yes Men en nombre
de la OMC, el de Salzburgo es de una habilidad
diabólica: lleva la lógica y la retórica capitalistas
hasta su extremo. De esta forma la desnuda, haciendo a
un lado lo "políticamente correcto" para exhibir el
cinismo, el surrealismo y el absurdo subyacentes en la
mayoría de las declaraciones públicas de los tecnócratas
que gobiernan al mundo.
Unos ejemplos: Bichlbauer
retomó el controvertido tema del comercio del plátano.
La Unión Europea privilegia a los productores de sus
excolonias a expensas de los de América Central. Después
de lucubraciones dignas de Cantinflas, el "vocero" de la
OMC recalcó:
"Si permitimos que un solo país
pague un solo plátano por encima de su valor, abrimos la
puerta a todos los excesos. Nos encontramos en la
situación de un bebedor de vino que empieza de repente a
fumar mariguana y luego opta por la heroína, para
finalmente convertirse en adicto a la cocaína (...) El
día en que ustedes verán a sus familiares vacilar como
zombis entenderán que, ¡acaban de resbalarse en una
tremenda cáscara de plátano!"
Luego explicó por
qué las líneas aéreas KLM y Alitalia no pudieron
fusionarse. Los obstáculos no fueron técnicos ni
económicos, sino culturales: los italianos no quisieron
renunciar a su siesta, lo que perturbó a los muy
afanosos holandeses.
Para acabar, el cada vez más
serio y severo Bichlbauer propuso afianzar la
permanencia de la "democracia de los consumidores",
única expresión real de la democracia en el mundo
contemporáneo, racionalizando el proceso electoral. El
método propuesto era simple: crear un sistema de subasta
electrónica para dar a cada elector la oportunidad de
vender su voto al mejor precio.
"La verdad
-confía Bichlbaum-, en ese instante pensé que los
organizadores nos iban a sacar a patadas del elegante
salón de la conferencia."
Pero no pasó nada.
Bichlbauer se dio el lujo de acabar su ponencia
regalándole plátanos a su selecto público. Todo el mundo
aplaudió. Nadie cuestionó. Nadie protestó. Nadie se
indignó.
El sagrado título de representante de la
OMC anestesió todo sentido crítico. "Se lo tragaron
todo. Es trágico", recuerda consternado
Bichlbaum.
"Erección controladora"
Más
inquietante aún fue lo que pasó en Tampere (Finlandia)
durante un seminario de alto nivel dedicado a los
"textiles del futuro" y organizado por la muy respetada
universidad de esa ciudad, en agosto de 2001. Como
siempre, la invitación para Mike Moore llegó a la falsa
dirección de la OMC. Andy Bichlbaum, alias Andreas
Bichlbauer, se convirtió entonces en el doctor Hank
Hardy Unruh, experto de la organización.
Esta vez
los Yes Men decidieron someter a su público a un
auténtico electrochoque. Dedicaron semanas a la
elaboración de un disfraz aberrante: una especie de
overol realizado en tela strech dorada, pegado al cuerpo
como una segunda piel. Este overol estaba dotado de un
apéndice inflable que en pocos segundos se transformaba
en un gigantesco pene. Y, sofisticación suprema, la
ancha extremidad de aquel sexo desproporcionado estaba
dotada de una pantalla.
El documental detalla el
difícil diseño del disfraz que el doctor Unruh debía
llevar bajo su traje. La cámara filma la llegada de
Bichlbaum y Bonnano al seminario. Empieza el discurso
del doctor Unruh: un horror.
Resulta imposible
resumir la lista de barbaridades expresadas en voz
sentenciosa ante un público atento, incluso interesado.
Con cifras y estadísticas, el experto de la OMC demostró
que las maquiladoras instaladas en los países del sur
resultaban mucho más rentables que la esclavitud que
prevaleció durante los siglos pasados.
Después de
muchas otras extravagancias, Unruh explicó que los
empresarios del norte tenían la obligación de vigilar en
forma permanente a los empleados que laboran en sus
fábricas "deslocalizadas" del sur. Y anunció que la OMC
había resuelto ese espinoso problema gracias al Auxiliar
de visualización de la mano de obra.
Con ayuda de
Bonnano, Unruh se quitó en unos segundos su traje y
apareció totalmente dorado y con un falo fenomenal,
erguido, agresivo, triunfante.
La cámara de los
documentalistas desplazó su lente hacia el público.
Mientras Bichlbaum y Bonnano hacían esfuerzos
descomunales para esconder sus escalofríos, el público
aplaudía.
El doctor Unruh detalló entonces la
sofisticada tecnología que le permitía observar a los
trabajadores en la pantalla que adornaba su pene:
gracias a células electrónicas injertadas en el hombro
de los obreros del sur, el empresario del norte nunca
los perdía de vista.
Su ponencia se prolongó por
unos cinco minutos más sin que nadie, absolutamente
nadie, emitiera alguna duda o queja en torno a lo que
acababa de ocurrir.
Precisa Bichlbaum: "Tal como
se ve en el documental, después de mi demostración
tuvimos muchas pláticas con expertos. Nadie nos criticó.
Nadie sospechó que se trataba de una burla. Sólo una
mujer deploró el uso del pene, que le pareció sexista,
pero no cuestionó en absoluto la necesidad de vigilar a
la gente las 24 horas del día, ni mucho menos la
'tecnología' que proponíamos para
hacerlo".
Asombrada, la prensa finlandesa
describió al profesor Unruh con su traje de marciano
dorado en pleno proceso de "erección controladora", pero
no cuestionó tampoco la extraña demostración de la
OMC.
"Fue terrible para nosotros -comenta, algo
perplejo, Bichlbaum-. Tocamos los límites de la
provocación y de la sátira. Tal es la sumisión a los
dictados de la OMC que ya nadie reacciona (...) Fue por
eso que decidimos dar un último golpe 'matando' a la
organización."
La "muerte" de la OMC ocurrió en
Sidney el 21 de mayo de 2002 durante una reunión interna
de la Asociación de los Contadores Certificados de
Australia. El matador fue Bichlbaum, ahora bajo el alias
de Kinnithrung Sprat, experto del Departamento para el
Desarrollo y la Investigación Económica de la
OMC.
Con voz fúnebre, Sprat anunció al público
australiano que no tocaría el tema del encuentro.
Advirtió que tenía algo mucho más importante y dramático
que comunicar. Y lanzó la noticia: ante su incapacidad
para brindar prosperidad a los más pobres del planeta,
la OMC había decidido proceder a su
"autodisolución".
Para ilustrar la impotencia de
la OMC, Kinnithrung pronunció un discurso digno del Foro
Social Mundial de Porto Alegre: leyó una lista
desgarradora de hechos y estadísticas sobre los estragos
del neoliberalismo en los países del sur.
En el
documental se ve cómo la estupefacción de los contadores
se convirtió en entusiasmo al final de la ponencia del
sesudo experto.
"En Austria y Finlandia, las
reacciones del público reflejaban su sumisión ante la
OMC -explica Bichlbaum-. Entendimos que esa gente
escuchaba burradas, pero que no se atrevía a cuestionar
nada. No quería correr ese riesgo. Su conformismo era
apabullante. La ley tácita en estos círculos de expertos
es aplaudir a las grandes instituciones como la OMC, el
FMI o el Banco Mundial, diga lo que se diga.
"En
cambio, en Sidney la mayoría de los contadores se
pusieron felices. Después de la ponencia hablamos mucho
con ellos. Estaban conscientes de que las desigualdades
aumentan y que el orden económico mundial que se nos
impone es atroz. Sospechaban que las denuncias de los
altermundistas no eran descabelladas. Oírlas en boca de
un vocero de la OMC les quitó todo escrúpulo. Por fin
podían decir lo que opinaban sin arriesgar su chamba
(...) Es increíble, pero nadie pensó un segundo que se
trataba de una impostura."
El sitio www.gatt.org
difundió la noticia y el nuevo programa de la "nueva
OMC" convertida al altruismo (...) Se creó una cierta
confusión. La comunidad de internautas y medios de
prensa internacionales celebraron una vez más el humor
devastador de The Yes Men. Los directivos de la OMC
suspiraron con alivio. Acababan de entender que su
"ejecución" a manos de estos subversivos incontrolables
era el punto final de la campaña en su contra. Pero...
¿para siempre?
Es muy
improbable.
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